jueves, 22 de septiembre de 2016

Un nuevo rostro

¿Quién eres?
Sin ojos, sin labios, sin ti.
Te imagino como la perfección de una cabeza, un cerebro perfecto, con la fuerza de un cuerpo sólido que viaja en la inercia de un tiempo casi eterno. Cada instante, al pasar, creas tu espacio sin mover ni siquiera el aire que pueda romper el silencio, tu prisión.
Así te encontré, sin ojos, sin labios, sin ti. Pagué al anticuario y te busqué un sitio sin conocerte. Te destiné al nombre tantas veces pronunciado por Adriano. Quizás torrentes de agua o el gran Nilo del tiempo inmemorial velaron tu faz de nuevo, haciéndola desaparecer, robando tu belleza de nuevo como una doble muerte. Eras sólo indicios y lugares, noticias de otros.
Sin tu rostro no pudo convocarte mi memoria: pudiendo ser tantos no eras ninguno. Y vino en mi ayuda la imaginación. Primero el nombre, pero no me bastó. Te puse entonces rostro y escribí tu historia como siempre, imaginando. Paseé por lo que quedaba de la antigua villa haciendo que mis ojos pusieran cimientos sobre las ruinas para luego construir paseos y volver a escuchar las palabras pronunciadas en susurro, algarabía o llanto. Teñí del ocre de los mercados de Trajano mis pupilas para revestirte de calor, de tierra horneada.

“Ama sin l’insensibile, e non erro:
corre appresso una pietra amante il ferro.
Ma fra quanti dolor l’uom resta avvinto!
Ah, che il mondo è d’Amore un laberinto!”
(Hasta lo insensible ama y no yerro: corre tras el hierro una piedra amante. Mas ¡entre cuántos dolores queda el hombre enredado! ¡Ay, que el mundo es de Amor un laberinto!)

Inventé tus palabras y necesité tu boca para que las pronunciases. Un parto en el que tus labios se abrían, madres, de los verbos imaginados. Luego, al darte rostro, afinaba el oído porque quería tu voz. Detrás de tu máscara las palabras sin cuerpo parecieron concibir sonidos. ¡Eran tan silenciosos! Pero tenían que ser tan fuertes como para despertar el amor en la insensible piedra. Y así los acompañé con la mirada. Los lancé con ella como una susurrante plegaria al corazón, atados con un hilo que venciera el temible laberinto del vacío. El tú más cercano no está en lo alto sino inclinando el mentón hacia el pecho. Al fin tus ojos -eran míos, te los dí- hablan y acarician.

“Possente incantatrice è la preghiera,
indegno è di gioir chi si dispera”
(poderosa encantadora es la plegaria, indigno es de gozar quien desespera).




No pierdo la esperanza de haberte dado vida. Pero, te lo digo con un grito dentro, aunque no se cumpla, no renunciaré a ser quien te espera.
Sé que mis ojos son sólo dos que escudriñan de cerca y escrutan de lejos por si apareces. Harían falta miles y miles de miradas para convocar a la vida tu cuerpo de mármol, hacerlo temblar con tantas palabras lanzadas como piedras, fundirlo con ascuas ardientes de miradas. Sublimar, haciendo de la piedra aire, voz:

“Quante stelle nel ciel rimiro,
 con tant’occhi vorrei mirarti;”
(cuantas estrellas en el cielo contemplo,
con tantos ojos quisiera mirarte).


Te vi sin ti y te di un rostro. Pasaste a ser más mío que tú.
Y ahora me dicen que tú no eres mi tú, sino también otro.
No importa, que no te importe, que sólo quiera estar contigo.

“O idolo adorato,
io benedico il fato
che d’esserti vicina or m’ha concesso”
(Oh, ídolo adorado, 
yo bendigo el hado 
que estar cercana a ti ahora me ha concedido).

** A mediados del s. XVII el principe Ludovico Ludovisi compra el busto de Antinoo para su coleccion.
En 1756, el historiador Winckelmann, visitando la villa Ludovisi anotó en sus apuntes que aquel Antinoo tenía un 'rostro nuevo'.
En abril de 1898, C. L. Hutchinson, primer presidente del Art Institute de Chicago compró en Roma un rostro de joven del s. II en mármol lunense.
El busto del s. II con su rostro ‘nuevo’ encuentran el ‘antiguo’ rostro. Todo indica que el rostro que está en Chicago pertenía a este busto: «Antinoo, un ritratto in due parti». Expuestos hasta el 15/1/2017 en Palazzo Altemps.
Textos poéticos de "La forza delle stelle" (Sebastiano Baldini) con música de Alessandro Stradella (1639-1682). Aquí podéis encontrar el texto completo https://issuu.com/elvanden/docs/a_377_booklet_web con una interesante introducción. Y aquí la música: