Mostrando entradas con la etiqueta Guido Reni. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Guido Reni. Mostrar todas las entradas

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Todos los que pasamos

Gracias a los amigos Roma es siempre un motivo para encontrarnos.


Al salir de san Lorenzo in Lucina haciendo "un paseo distinto por una ciudad que aún recuerdas", leyendo estas palabras de la poeta Marisa Martínez Pérsico y otros muchos como las de María do Cebreiro en O Deserto:
“Non ama o amor a paz, e ninguén debería falar de amor para falar de nada
que non fose este río, o interrogante estremo da carne que se abre e, aberta,
se desata”.
“O amor pide guerreiros, persoas afeitas
a vivir en condicións estremas ou, pola contra, febles”.
(Podéis ver el precioso texto integral del poema al final).

Luego, al volver, me encontré esto:

Hoy, mientras todos pasáis, sigo aquí.
Sí, tú pasas también.
No me ves ni siquiera cuando extiendo mi mano. Cierto, una mano puede crear complicaciones. Mejor ni mirar, seguir adelante con el paso decidido de quien tiene una cita importante. Total, ya se sabe, uno más, sólo problemas. Todos los tenemos. Yo me afano para solucionar los míos que ya son muchos.
Me paro un momento. Veo que tiene un cartel. El cartel no es una frase cualquiera, pero me doy cuenta de que ha quedado reducido al significado de una marca. Ya puede contener lo que sea, dirá siempre que es un ‘pobre hombre’, la marca de quien no es normal. Tengo que seguir. Ya lo he olvidado.

Sólo quien se pierde lo encuentra. Está al lado de los perdidos.
Nos encontramos cuando tus pasos te hacen llegar a un lugar cualquiera porque yo ya estoy perdido. Como el sol al que nadie mira a los ojos, como la sombra ignorada pero que al fin te hace tener volumen, la dimesión que no se ve pero se toca.
Perdido y siempre esperando, llamando la atención con mi desnudez colgada. Sin nada. Pasas, ves y no me miras, miras para otro lado. Ni importante, ni necesario, ni bello ni deseable.
Tranquilo. No encarno ningún poder, alzo mis brazos, me entrego. No escondo nada. Ves que no tengo cinturones explosivos ni ases de potencias mágicas en la manga o arcanos conjuros, sabidurías elitarias. No tengo mangas. Solo. Ponte en mi lugar. Pero nadie quiere: ‘Sálvate a ti mismo’ ‘¿por qué no hará algo por sí en vez de estar ahí colgado?’ ‘si quisiera podría haber sido un hombre famoso, rico, poderoso... o al menos llegar a normal’. Me he estropeado porque quise. Si quieres me puedes entender. No estoy más loco de lo que cualquiera puede entender si quiere.

Si tan mal le va algo habrá hecho o habrá dejado de hacer. La fortuna es así.
Y yo me empeñé en hacer los caminos tortuosos -selva, montaña y desierto- para perderme contigo. Nos encontramos solos para dedicarnos sólo a nosotros. Nos teníamos. Los dos y tiempo para hacer juntos el camino atravesando momentos que parecían eternos infiernos, purgatorios y cielos. De todo ello tenemos experiencia.

Tú eres mi pintor.
Al imaginarme me hiciste incluso hermoso y me lavaste los grumos de sangre. Me retrataste triunfante precisamente cuando estaba muriendo, orgulloso de que mi gloria fuera la de un ajusticiado, un pobre hombre en espera del primer domingo que revolucione la historia. Alguien puede pensar que rechazaste mis miserias camuflándolas de hermosura. Yo sé que miraste y me supiste ver más allá de la náusea, me desvelaste la cándida piel que existe en quien no se esconde y se pone en tus manos. Me llevas como imagen unida a tu pecho, se conmueven tus entrañas acariciándome con un pincel que quiere darme vida, como el toque de un padre-madre que nunca te reniega y limpia las heridas.
O quizás eres de los que se avergüenzan del sufrimiento: demasiado cruel para no ser necesariamente un castigo y una maldición. Quizás eres de los que me convierten en bandera y símbolo de una buena causa, de los que son capaces de convertir mi miserable condición en una obra de orfebrería, un adorno, un cuadro, para dejarme en eso, para poder seguir viendo sin mirarme. Quizás mis manos abiertas pasen a ser el símbolo sangrante de la injusticia y no sólo las mías que esperan encontrar las tuyas.
En cualquier caso me dejo hacer en tus manos.

Crucifijo de Guido Reni en San Lorenzo in Lucina
Te miro, hablo contigo y de ti, y sé que la auténtica interpretación de cualquier palabra no puede prescindir de que tú seas mucho más que todas ellas.
¡Cuántas veces tendré que ver morir este hombre para que ningún otro muera, tampoco yo!



Texto completo del poema O Amor de María do Cebreiro en su precioso libro “O Deserto”:
“Pasan os ríos ocultos baixo o chan das cidades igual que pasa o amor, que afunde
o corazón dos animais humanos sen que eles saiban nin coñecelo nin nomealo.
E así é como uns o confunden coa fame, outros coa sede, e os máis coa transmisión
de nós en outros: as trabes de madeira, a comida no prato, a calor baixo as sabas.
Mais que sería do amor se fose recoñecido e nomeado? Onde se agocharía
el que naceu para levar no rostro un antifaz e no sexo unha espada?
Non ama o amor a paz, e ninguén debería falar de amor para falar de nada
que non fose este río, o interrogante estremo da carne que se abre e, aberta,
se desata. Nada que poida ser levado pola man a unha culminación.
Nada que teña fin. Nada que se sitúe fóra de si mesmo. A alegría dáse no amor
como otremor na auga. A alegría dáse no amor como o fragor no lume.
Pero nunca é feliz o verdadeiro amor. O amor pide guerreiros, persoas afeitas
a vivir en condicións estremas ou, pola contra, febles. Non tanto para os poñer a proba
como para sacar á luz a súa potencia oculta, que pasa a través del e a través deles,
que non e unha potencia persoal nin sobrehumana. É unha forza de auga.
Pode apagar o lume e ser aire dos peixes, alimentar a terra e corroer o ferro,
facer medrar o trigo e estragar as colleitas. Por iso flúe comigo,
pura paixón do poema, porque eu non nacín máis que para escribir
e ser escrita, porque eu nunca escribín máis que para nacer e ser amada”.