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lunes, 21 de septiembre de 2015

Leones y ratones

En el uso de la iconografía animal el león siempre ha sido símbolo del imperio, de la fuerza indiscutible, de quien nada teme y es temido por todos, un símbolo heredado y pasado como amuleto incluso en los lugares en donde estos felinos eran sólo míticos animales de tierras lejanas. Combatir como un león -de ahí legión- indicaba el valor de quien es fuerte y no sólo como héroe que al final sucumbe sino para sobre-vivir.

Museos Capitolinos

Esopo -tenía que ser griego-, en una de sus fábulas lo hace co-protagonista junto con un ratón. Esopo los hace hablar a ambos y nos cuenta sus peripecias para indicarnos que ni siquiera el león puede verse libre de peligros. La magnanimidad que mostró ante los más débiles en el pasado (el ratón)  puede verse recompensada con un tratamiento similar en el futuro: al final el ratón conseguirá roer la cuerda que lo ataba. También podría ser que no, que el ratón fuera vengativo y se alegrara ante el aprieto en el que se encontraba el temido león. El perdón se hace perdonar, aunque sin hacerse ilusiones.
La historia nos enseña que grandes imperios se han derrumbado, que nada permanece inmutable, ni la fuerza, riqueza o poder, en la vida de un individuo y en la de las naciones. Y, sin embargo, hay momentos en que esa fuerza, como ante el ratón, se convierte en clemencia y magnanimidad, reportando salvíficos beneficios, primero porque ensancha el alma haciéndola ligera, y luego quizás recogiendo frutos cuando llegue la dificultad.
La historia nos habla de luchas, de vencedores y vencidos, de fuerzas en las que siempre el pez más grande se come al pequeño, siendo una cuestión sólo de tamaño, de músculos o capacidad destructiva. Incluso el pequeño ratón si se encuentra con la ocasión de ser león puede ser mezquino. No es cuestión de razas.
Sin embargo, hay momentos difíciles de la historia en los que un león puede encarnar una sabiduría que, sin oropeles ni demostraciones de potencia, pueda ser admirada más incluso que la fuerza devastante. En ese caso el león se muestra frágil, puede ser atacado, vapuleado o criticado por no aplicar las maneras fuertes, pero al mismo tiempo, su confianza y fuerza van más allá de su propia miseria y de la miseria de quien esá a su merced. ¿Tenemos sólo nuestra prestancia física, nuestra belleza externa, nuestra riqueza contingente o hay algo más que nos puede hacer estar seguros, algo que nadie pueda arrebatar? Esclavos que hacen de pedagogos, mujeres y hombres capaces de adoptar hijos, nueva vida, un legado, en pueblos venidos de lejos. Sin hijos propios, cuando el tiempo ha pasado o el tiempo llega al final, al viejo león sólo le queda confiar en la fuerza de un ánimo que se ha hecho grande (magno-ánimo), de una corriente que pasando todas las épocas, con mil meandros y ojos, reaflore siempre y nos acerque a lo mejor que el hombre podría ser.
¿Jóvenes aún o ya iniciando la vejez? No lo sé. Sólo espero que en cualquier edad no perdamos esa mirada confiada de quien, conociendo los peligros, para conservar la vida la defiende, lucha, pero no la encierra por miedo a perderla.
Leon Magno se encuentra con Atila obra de A. Algardi. Basílica de San Pedro


Leon Magno se encuentra con Atila, obra de Raffaello. Museos Vaticanos