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lunes, 14 de junio de 2010

‘Si chiede gentilmente’

‘Se ruega amablemente que dejen libre el paso’. Junto a la entrada de un garage se leía un cartel escrito a mano. Quizás se pueda rogar escorbúticamente o enconadamente, quizás encubiertamente o subterfugiamente. Quizás, por todas esas formas de rogar posibles, es necesario para un italiano poner por escrito la forma más ‘explicativa’, la que da efecto y determina como diferencia específica, definición ante cualquier otra forma de solicitud.
Tras un café en el bar de la esquina Eneas había entrado en una especie de librería cerca de Piazza Indipendenza en la que se acumulaban DVD, libros, revistas, suplementos: una especie de ‘antiquarium’ de los quioscos de la ciudad. ‘È severamente vietato aprire i DVD’ (está severamente prohibido abrir los DVD). En ese momento Eneas encontró la mirada de la señora que estaba al otro lado del mostrador. Una mirada de indiferente indiferencia. Todo en esta ciudad parecía una figura retórica, una amplificación redundante, como si la simplicidad estuviera enterrada bajo varios estratos. En Roma estaba visto que era imposible decir una palabra sin dejar intuir alguno de los diversos niveles o matices. Quizás por ello hay que escarbar en las conversaciones y no dejar de lado las miradas y los gestos.
Compró una vieja película de Totó.
‘Signori si nasce e io lo nacqui modestamente’ ‘Señores se nace y yo lo nací modestamente’ En casa, por la tarde, Totó los había hecho reír y sentir que ‘Signori si nasce’ y también la ‘Miseria e nobiltà’ que se encuentra en cada uno, motivo de risa viéndola ahí, fuera, con los ojos y la distancia de un espectador, con un juego de palabras muy serio. Un adverbio, algo arrojado hacia el verbo para dejar una pintada, un vestido que lo hace más complicadamente humano.
Aquella risa era como un espejo, como verse con la mirada de otro. Sorprendentemente pequeño, con unas cuantas primaveras vividas y sin saber cuántas más vendrán. Las imágenes de su vida pasaban ante él como un montaje de fotogramas a primera vista ilógico y frenético.
Inopinadamente un hilo, una trama: una tarde lluviosa, la voz de aquella chica, el cielo y el mar de los cuadros de Sorolla, hicieron revivir los sentimientos y pensamientos que habían sido esperanzas, sueños, dolor y que ahora eran recuerdos. Hay un extraño juego de decisiones que encauzan los pasos determinando un sendero que, en algunos momentos de la vida, podemos contemplar. Señor se nace... o se hace al caminar.
-Eneas, despierta. Es hora de irse a la cama.
Alegremente, Marta lo había zarandeado haciéndole salir de su sopor.
Dirigiéndose hacia su habitación pensó en el día siguiente.
‘Mañana a las 10.00 le espero en el jardín de via Flaminia junto a la iglesia de Sant’Andrea’.
Había recibido este mensaje sin remite, escrito con letra redonda y bien pareja.
Descubrió que también él, en cada palabra que decía, encontraba historias y matices, fotogramas que en él se habían combinado en una forma única ¿quién vería Tintín acordándose de Sorolla?¿quién vería el rostro severo de la vendedora del quiosco al escuchar a Totó? Y el camino parecía no concluirse por ahora. Mañana también la iglesia de Sant’Andrea tendría un nuevo fotograma, un nuevo rostro y quién sabe el rumbo que seguirían sus pasos. Era la miseria de elegir entre las mil callejuelas de su vida y la nobleza de caminar como un señor de sus propios pasos.