Mostrando entradas con la etiqueta via del boschetto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta via del boschetto. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de agosto de 2013

Mitos en la Roma de Miguel



Cuando llegas a Roma ya has estado antes. Cuando estás en Roma siempre parece nueva.
Roma se renueva constantemente y superponiéndose, no sólo en sus edificios sino en sus imágenes, en los recuerdos, en las relaciones en su arquitectúra de palabras, sensaciones y artes diversas.
Abro la puerta de nuestra oficina y desde hace unos días, siempre me quedo unos segundos sorprendido. El culpable es Miguel Cuba, joven artista becario de la Academia de España en Roma, que en una de sus obras realizada este año en Roma, recea la ciudad haciéndonos partícipe de un momento y también de su historia, juegos de imaginación y realidad que la hacen nueva. Y realmente cada mañana es nuevo, se renueva.


Marcas y mitos. Palabras que entran en nuestra vida cotidiana y luego se hacen concretas en esta ciudad en donde se encarnan. Juegan en nuestro recuerdo apareciendo tras cada esquina o en los lugares más clásicos, pronunciando sus frases más famosas, tarareando una melodía pegadiza, imitando un tono de voz, simulando unos pasos esperpénticos de un baile callejero. Mitos porque marcan hitos: un tiempo hecho de momentos y no de segundos, un tiempo que vuelve a contar al evocarlos midiendo la medida de nuestro andar, unido a nuestra propia historia: revivir el sabor del primer Campari, las risas tristes de un Americano en Roma, aquella tarde de domingo en que asistí por primera vez a la Tosca, Espartaco como héroe en una tarde de sábado lluviosa... El tiempo de Roma en la propia historia.

Patio barrio Monti en RomaEsta mañana, con la frescura del alba, ese cielo celeste en una continuidad silenciosa contrasta con el abigarrado clamor de tantas voces superpuestas. En el patio de nuestra oficina, igual. Cielo azul terso y mil momentos e historias que han dejado sus huellas: ventanas tapiadas y otras abiertas como claraboyas, antiguas lavanderías convertidas en habitaciones, balcones cerrados como celdas de aislamiento y otros que surgen de la pared como una salida de emergencia o un trampolín hacia las estrellas.
Cada vez que entro en la oficina, me encuentro con la Roma de Miguel y luego esta Roma de nuestro patio. Su cielo celeste y sus voces. Allí estoy también yo, escuchando y hablando, construyendo también con mi tiempo la eternidad de esta ciudad. En Roma las tragedias, el dolor, es el que deja esa huella imperecedera en la historia, convertida en heroismo, sublimada en honor, lucha, inteligencia, genialidad... o desaparece sumido en las vidas de cada uno. Pocas veces se cuenta Roma con el tiempo de un plato de buena pasta, el fresco de la mañana en Vespa o el poder de la publicidad que lo invade todo como una conversación con mil voces que se convierten en un ruido. En esta Roma de Miguel encuentro también la eternidad de la vida cotidiana, ridícula o sublime y siempre tragicómica. Entro y me siento a trabajar un día más.